domingo, 8 de abril de 2007

Julián Villanueva Olza

Ante los milicianos: "No me da usted miedo. Ni usted ni su fusil. Podrá matarme si quiere, pero no le temo, porque hay otro Juez supremo ante el cual nos hemos de ver las caras usted y yo.... Sabed que no me da miedo la muerte. Ofrezco mi vida por Dios y por las almas. Os perdono este crimen que vai a cometer conmigo y pido a la Divina Misericordia que acepte mi sangre por vuestra salvación".

Andrés Solá Molist

México 1927. Durante las tres horas de dolorosísima agonía se confía a uno de los trabajadores que arreglaban la vía cerca del lugar del martirio, donde le dejaron los diez verdugos que huyeron:
"¿Ves a estos dos muertos que están a mi lado? Uno es sacerdote de Silao, el otro, no. Yo soy sacerdote español, de Leon-Guanajato. Somos dos sacerdotes y morimos por Jesús, por Dios. Estoy muy herido. Muero por Dios".
Se le acercan otros trabajadores y les encarga: "No se olvide de hacer saber a mi madre, por el medio que pueda, que he muerto; pero dígale también que tiene un hijo mártir".
Con un esfuerzo logra salir del charco de petróleo, y dice ante los que le rodean: "¡Jesús, misericordia! ¡Jesús, perdóname! ¡Jesús, muero por tu causa! Dios mío, muero por ti".

Isaac Carrascal

Pidan a Dios que, si nos han de matar, muramos como mártires. Díganles también a las niñas que hagan esta misma súplica. Desde el Cielo les pagaremos lo mucho que han hecho por nosotros.