México 1927. Durante las tres horas de dolorosísima agonía se confía a uno de los trabajadores que arreglaban la vía cerca del lugar del martirio, donde le dejaron los diez verdugos que huyeron: "¿Ves a estos dos muertos que están a mi lado? Uno es sacerdote de Silao, el otro, no. Yo soy sacerdote español, de Leon-Guanajato. Somos dos sacerdotes y morimos por Jesús, por Dios. Estoy muy herido. Muero por Dios". Se le acercan otros trabajadores y les encarga: "No se olvide de hacer saber a mi madre, por el medio que pueda, que he muerto; pero dígale también que tiene un hijo mártir". Con un esfuerzo logra salir del charco de petróleo, y dice ante los que le rodean: "¡Jesús, misericordia! ¡Jesús, perdóname! ¡Jesús, muero por tu causa! Dios mío, muero por ti". |
domingo, 8 de abril de 2007
Andrés Solá Molist
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