miércoles, 14 de marzo de 2007

Testigo directo

Un joven que estuvo varios días de guardia en el salón de los escolapios de Barbastro recuerda el coraje aquellos jóvenes claretianos allí prisioneros:

Era admirable la actitud serena que todos manifestaban. Aquella paz me impresió mucho, en aquellos momentos en que me sentía moralmente aplastado. Al verlo con aquel coraje me entraba como una bocanada de aliento y una santa emulación. Siempre que podía miraba por la cerradura de la puerta para observarlos, y su ejemplo me confortaba.

Aquellos mártires afianzaron a Andrés Carrera en su vocación sacerdotal.

Oh María, lucero bendito

Oh María, lucero bendito,
tú has guiado a su puerto el bajel,
y el marino, con llanto en los ojos,
viene humilde a postrarse a tus pies.

Gracias, Madre, mil gracias repite
este pecho ardoroso al latir,
que, del mundo al cruzar el camino,
tú bien sabes que late por ti.

Por ti late mi sangre cristiana,
por ti late con férvido ardor.
Moriré, si es preciso que muera,
moriré por mi Reina y mi Dios.

Lucharé, lucharé mientras viva,
abrazado a tu enseña hasta el fin.
Sepa, oh Madre, en la lucha sangrienta,
por tu nombre, o vencer o morir.

Así cantaban a la Virgen con pasión de enamorados los Mártires de Barbastro prisioneros en el
salón de los Escolapios (Julio, agosto 19369).

Ramón Illa Salvía

"Con la más grande alegría del alma les comunico que el Señor se digna poner en mis manos la palma del martirio. Al recibir estas líneas, canten al Señor por el don tan grande y señalado como el martirio que el Señor se digna concederme. Yo no cambiaría la cárcel por el don de hacer milagros, ni el martirio por el apostolado que era la ilusión de mi vida. Voy a ser fusilado por ser religioso y miembro del Clero, por seguir las normas de la Iglesia Católica Romana". (Beato Ramon Illa a su familia: Barbastro, agosto 1936).