miércoles, 14 de marzo de 2007

Oh María, lucero bendito

Oh María, lucero bendito,
tú has guiado a su puerto el bajel,
y el marino, con llanto en los ojos,
viene humilde a postrarse a tus pies.

Gracias, Madre, mil gracias repite
este pecho ardoroso al latir,
que, del mundo al cruzar el camino,
tú bien sabes que late por ti.

Por ti late mi sangre cristiana,
por ti late con férvido ardor.
Moriré, si es preciso que muera,
moriré por mi Reina y mi Dios.

Lucharé, lucharé mientras viva,
abrazado a tu enseña hasta el fin.
Sepa, oh Madre, en la lucha sangrienta,
por tu nombre, o vencer o morir.

Así cantaban a la Virgen con pasión de enamorados los Mártires de Barbastro prisioneros en el
salón de los Escolapios (Julio, agosto 19369).

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