martes, 14 de agosto de 2007

Testimonios en moderno

Las cigüeñas de Toro miran a las grúas por encima del hombro. Nada hay más alto que sus campanarios. En Toro, las calles sólo tienen sitio para que pase un coche, y no se aparcan, porque el coche se mete en la cochera. En las calles de Toro, cuando pasa un automóvil, se grita a los niños: ¡qué viene un coche!, y dejan de jugar al balón.
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Toro tuvo su esplendor en el siglo XV gracias, en parte, a su vino, recio como ninguno. "Tenía mucho alcohol y, por tanto, no se avinagraba", explica Manuel Fariñas, dueño de las bodegas del mismo nombre y primer presidente de la Denominación de Origen. "El vino de Toro era ideal para embarcarlo en Galicia y llevarlo hasta América".
Luego el mundo evolucionó y Toro, no. Hasta hace poco. "La materia prima, buen suelo, mucha lluvia y mucho sol, estaba, sólo hacía falta actualizarla". La renovación consistió en adelantar la cosecha, cubas de acero inoxidable, climatización del proceso y barricas nuevas. La denominación de origen, que comenzó en 1987 con seis bodegas, tiene hoy 46. A la bodega Fariñas le ha salido competencia con sor Lola y sus hermanas. Nueve dominicas recluidas en el convento de clausura del Sancti Spiritus. Este convento de 1307, oculto en el extrarradio de la noble ciudad, es una de las maravillas del viaje.
-Sor Lola, voy a tirar estos trastos al contenedor-, le avisa un señor.
-Que no se puede, que hay que llevarlos a un punto limpio.
La priora sor Lola dirige a las ocho monjas encerradas en un monasterio de 20.000 metros cuajados de obras de arte allá donde se mire, se toque o se pise. Cada vez que se arrasca aparece algo. Lo último, unas pinturas judías del XIV.
La entrada al museo lo preside el sepulcro de Teresa Gil, la portuguesa que fundó el convento en 1307. "Cuando se restauró recientemente, apareció el cuerpo incorrupto, incluso sus trajes, que se expondrán el próximo año".
Hay cientos de pinturas, esculturas, orfebrería, sillerías, un refectorio para 150 monjas, que habla del antiguo esplendor de convento, con suelo y azulejería original; todos con unos cuantos siglos encima. En la sala capitular se exponen inmensas sargas de 9 metros por 7. Todo lo mantienen las nueve mujeres. "Dando la vara igual te subvencionan restaurar algo, pero para mantenimiento, nada", se queja sor Lola.
Sor Lola, que lleva 27 de sus 53 años en el convento, es una bomba de relojería. Tiene su propio blog y página web y seis ordenadores para las monjas, a las que sólo falta ponerlas a hacer aerobic. "Todo se andará", amenaza la priora. Por las mañanas elaboran dulces, cuidan el museo y la hospedería, y trabajan para las bases de datos de un banco. "Por la tarde es obligatorio el estudio. Primero 'la palabra', y luego cursos de Teología a distancia. Algunas se han apuntado a los de Cristología y otras al de Espiritualidad y Sexología".
Desde la web, conectada a la de los dominicos, difunden la palabra de Dios, y venden para todo el mundo amarguillos y otros dulces. "Tenemos que ir donde está la gente. Si queremos comunicarnos con las nuevas generaciones habrá que estar en Internet. A algunas les da miedo ver besos, a mí los muertos de los telediarios. Yo les digo, besarse no es pecado, matar sí".
El próximo proyecto de sor Lola es abrir una bodega mirando al barranco donde catar sus vinos Thiago Matilla y Monasterio Sancti Spiritus. "Y también un spa con sesiones de vinoterapia. Y ya que estamos, eso de colgar vídeos en YouTube, ¿es fácil?".